A Special Invitation | Una invitación especial

St. Elizabeth of Hungary
Revelation 3:1-6, 14-22; Luke 19:1-10

“What do you need, a special invitation?”


We sometimes say that to someone we expect to join us for a meal, party, or some other function or group. The assumption is that the depth of our relationship implies an open invitation.


But sometimes we don’t share that assumption. It’s nice to get an invitation. It makes everything clear. Today, God’s word offers us a special and explicit invitation, and it challenges us to respond with one of our own.


Each day, every day, Jesus stands knocking at the door of our hearts. Will we let invite him in? Jesus, filled with grace, mercy, and compassion even for those like Zacchaeus considered the worst of sinners, invites himself to dine with us. Will we accept him as a guest?


St. Elizabeth of Hungary—wife, mother, princess, Franciscan tertiary—accepted the Lord’s invitation to be a disciple and allowed him to enter every dimension of her life, including her works of charity, her devotion to her family, and the tragedies and humiliations of her life. She did all of this before dying at age 24.


Through the intercession of St. Elizabeth, may we be ready to receive the Lord and allow him to receive us—completely. 


Santa Isabel de Hungría
Apocalipsis 3:1-6, 14-22; Lucas 19:1-10


"¿Qué necesitas, una invitación especial?"


A veces decimos eso a alguien que esperamos unirnos a nosotros para una comida, una fiesta o alguna otra función o grupo. La suposición es que la profundidad de nuestra relación implica una invitación abierta.


Pero a veces no compartimos esa suposición. Es agradable recibir una invitación. Lo deja todo claro. Hoy en día, la palabra de Dios nos ofrece una invitación especial y explícita, y nos desafía a responder con una de las nuestras.


Cada día, cada día, Jesús está llamando a la puerta de nuestros corazones. ¿Dejaremos que le invitemos a entrar? Jesús, lleno de gracia, misericordia y compasión incluso para aquellos que, como Zaqueo, son considerados los peores pecadores, se invita a sí mismo a cenar con nosotros. ¿Lo aceptaremos como invitado?


Santa Isabel de Hungría -esposa, madre, princesa, terciaria franciscana- aceptó la invitación del Señor a ser discípulo y le permitió entrar en todas las dimensiones de su vida, incluidas sus obras de caridad, su devoción a su familia y las tragedias y humillaciones de su vida. Hizo todo esto antes de morir a los 24 años.


Por la intercesión de Santa Isabel, que estemos preparados para recibir al Señor y permitirle que nos reciba—completamente.
 

- Capuchin Friar John Celichowski, OFM Cap.