Avoiding the Traps | Evitar las Trampas

2 Peter 3:12-15a, 17-18; Mark 12:13-17

We live in especially troubled times, beset by a global pandemic, a shattered economy, the mistreatment and killing of another Black man at the hands of police, and days of demonstrations that too often have devolved from peaceful protests of injustices into violence and criminality.

Our readings remind us of several traps that we face in times like these. The first is to point fingers of blame and self-righteousness. St. Peter urges of us to instead look at ourselves and our own need for conversion, considering that God’s patience is for our salvation.  

A second trap is to render too much unto Caesar, to turn the government into an idol and expect more from it than we do from ourselves. At the same time, we must also deal with a third trap, which is to forget the duties that we owe each other as members of a civil society.  

When we render our hearts, minds, soul, and strength to God in love, we avoid all those traps. We realize that each and all of us are sinners as well as children of God, and that, especially in a democratic society under a republican form of government, we the people cannot hope to preserve our rights unless we are also willing to fulfill our obligations to one another. 

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2 Pedro 3:12-15a, 17-18; Marcos 12:13-17

Vivimos en tiempos especialmente problemáticos, acosados por una pandemia mundial, una economía destrozada, el maltrato y el asesinato de otro hombre negro a manos de la policía, y días de manifestaciones que con demasiada frecuencia han pasado de las protestas pacíficas por las injusticias a la violencia y la delincuencia.

Nuestras lecturas nos recuerdan varias trampas a las que nos enfrentamos en tiempos como estos. La primera es apuntar los dedos de la culpa y la justicia propia. San Pedro nos insta a que nos miremos a nosotros mismos y a nuestra propia necesidad de conversión, considerando que la paciencia de Dios es para nuestra salvación.  

Una segunda trampa es rendir demasiado al César, convertir el gobierno en un ídolo y esperar más de él que de nosotros mismos. Al mismo tiempo, también debemos tratar con una tercera trampa, que es olvidar los deberes que nos debemos como miembros de una sociedad civil.  

Cuando entregamos nuestros corazones, mentes, almas y fuerzas a Dios en el amor, evitamos todas esas trampas. Nos damos cuenta de que todos y cada uno de nosotros somos pecadores, así como hijos de Dios, y que, especialmente en una sociedad democrática bajo una forma republicana de gobierno, nosotros el pueblo no podemos esperar preservar nuestros derechos a menos que también estemos dispuestos a cumplir nuestras obligaciones con los demás. 

- Capuchin Friar John Celichowski