Division, Discord and Healing | División, Discordia y Sanación

Tuesday of the 4th Week in Ordinary Time
2 Samuel 18:9-10, 14b, 24-25a, 30-19:3; Mark 5:21-43

In today’s readings, we witness both the tragic consequences of division and the power of healing grace.

The death of David’s son Absalom was the tragic result of a chain of events, beginning with David’s lust, abuse of power, adultery, and the treacherous murder of Uriah. Absalom’s unbridled ambition and his betrayal of his father made him an enemy and led to his death at the hands of David’s loyal soldiers. David could only weep at his demise.

Jesus’ healing of Jairus’ daughter and the woman afflicted with chronic bleeding, by contrast, demonstrated his power. It is a power that gives life to the dead to the desperate. 

Division and discord seem endemic these days. They threaten to unravel the political, ecclesial, social, and even familial fabrics of our lives. Thankfully, these conditions are not inevitable. We can choose a different path.

But it will not come cheaply. When Jesus healed the hemorrhaging woman, he had to surrender some of his power. When he raised Jairus’ daughter, he had to endure the ridicule and skepticism of others in the house. The work of mending and rebuilding our relationships takes time, commitment, patience, and love. We, too, need to touch the hem of the Lord’s garment. - jc

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Martes de la 4ª semana del tiempo ordinario
2 Samuel 18:9-10, 14b, 24-25a, 30-19:3; Marcos 5:21-43

En las lecturas de hoy, somos testigos tanto de las trágicas consecuencias de la división como del poder de la gracia sanadora.

La muerte del hijo de David, Absalón, fue el trágico resultado de una cadena de acontecimientos, que comenzó con la lujuria de David, el abuso de poder, el adulterio y el asesinato a traición de Urías. La ambición desmedida de Absalón y su traición a su padre lo convirtieron en un enemigo y lo llevaron a la muerte a manos de los soldados leales de David. David sólo pudo llorar su muerte.

En cambio, la curación de la hija de Jairo y de la mujer con hemorragia crónica por parte de Jesús demostró su poder. Es un poder que da vida a los muertos a los desesperados.

La división y la discordia parecen ser endémicas en estos días. Amenazan con deshacer el tejido político, eclesial, social e incluso familiar de nuestras vidas. Afortunadamente, estas condiciones no son inevitables. Podemos elegir un camino diferente.

Pero no será barato. Cuando Jesús curó a la mujer con hemorragia, tuvo que renunciar a parte de su poder. Cuando resucitó a la hija de Jairo, tuvo que soportar las burlas y el escepticismo de los demás en la casa. El trabajo de reparar y reconstruir nuestras relaciones requiere tiempo, compromiso, paciencia y amor. Nosotros también necesitamos tocar el borde del manto del Señor. - jc