Grandfather’s Discipline | La Disciplina del Abuelo

St. Agatha
Hebrews 12:4-7, 11-15; Mark 6:1-6
When I was a child, our Dziadza (Polish, “grandfather”) had a particular way of dealing with us when we would get unruly. He would sit us down directly in front of him, look into our eyes, gently wag his finger, and say, “Discipline!” It calmed us down and got us to focus on improving our behavior. Years later, I noticed that he would do the same with his great grandchildren.
I thought of Dziadz (Gramps) as I read today’s first reading. The author of the Letter to the Hebrews encourages us to welcome the Lord’s discipline in our lives. He acknowledges that “At the time, all discipline seems a cause not for joy but for pain.” This would have been especially true in a culture in which corporal punishment is a primary form of discipline. But then he adds, “Yet later it brings the peaceful fruit of righteousness to those who are trained by it.”
To be disciplined is to be teachable. Indeed, the Latin root of the word is discipulus or “student.” That same word is also the root for “disciple.” Today’s gospel reading shows Jesus as a man of discipline. Confronted with the skepticism and unbelief of those who thought they knew him, he lamented their lack of faith. But he still managed to cure a few sick people before summoning the Twelve and commissioning them to expand his saving and healing mission. Discipline enabled him to continue his work instead of falling prey to discouragement. - jc
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Santa Águeda
Hebreos 12:4-7, 11-15; Marcos 6:1-6
Cuando yo era niño, nuestro Dziadza («abuelo,» en polaco) tenía una manera particular de tratarnos cuando nos poníamos revoltosos. Nos sentaba justo delante de él, nos miraba a los ojos, movía suavemente el dedo y decía: «¡Disciplina!». Nos calmaba y nos hacía concentrarnos en mejorar nuestro comportamiento. Años más tarde, me di cuenta de que hacía lo mismo con sus bisnietos.
Pensé en Dziadz (el abuelo) al leer la primera lectura de hoy. El autor de la Carta a los Hebreos nos anima a acoger la disciplina del Señor en nuestras vidas. Reconoce que «En su momento, toda disciplina no parece motivo de alegría, sino de dolor». Esto habría sido especialmente cierto en una cultura en la que el castigo corporal es una forma primaria de disciplina. Pero luego añade: «Sin embargo, más tarde trae el fruto pacífico de la justicia a aquellos que son entrenados por ella.»
Ser disciplinado es ser enseñable. De hecho, la raíz latina de la palabra es discipulus o «estudiante». Esa misma palabra es también la raíz de «discípulo». La lectura del evangelio de hoy muestra a Jesús como un hombre disciplinado. Enfrentado al escepticismo y la incredulidad de quienes creían conocerle, se lamentaba de su falta de fe. Pero aún así consiguió curar a unos cuantos enfermos antes de convocar a los Doce y encargarles que ampliaran su misión salvadora y sanadora. La disciplina le permitió continuar su obra en lugar de caer presa del desánimo. - jc
Asistencia de traducción por DeepL.com®