Ingratitude | La ingratitud

Memorial of St. Turibius of Mogrovejo

Number 21:4-9; John 8:21-30

Ingratitude is a bitter and poisonous pill to swallow. It’s also tempting, especially when we are suffering.

This past year has seen more than its share of suffering.  Millions of people have been sickened or killed by COVID-19.  Throughout our country and the world, many have lost their jobs.  Kids are out of school.  People are threatened with hunger and homelessness.  Many of the things that we have enjoyed and have made our lives more meaningful have been limited or eliminated because of health concerns.

Our personal and public responses to the pandemic have included depression, fatalism, acceptance, irritation, frustration, and rage. We all want this to be over.  Like the people of Israel, we are “worn out from the journey.”

It’s tempting to swallow the ingratitude pill.  We may taste the momentary sweetness that sometimes comes with venting our sadness and anger, but as we learn from the experience of the people of Israel that sweetness will turn bitter, sour our stomachs, and bite us in the end.

It is in these moments, especially in these moments, that we need to look up and see the Son of Man who has been lifted up for our salvation.  When we reflect on the irreplaceable and unbelievable gift of grace that we have already received, our eyes can more clearly see the evidence of God’s goodness and grace all around us.  As Jesus reminded his disciples during the Last Supper, “In the world you will have trouble, but take courage, I have conquered the world” (John 16:33).

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Memoria de San Turibio de Mogrovejo

Número 21, 4-9; Juan 8, 21-30

La ingratitud es una píldora amarga y venenosa de tragar.  También es tentadora, sobre todo cuando sufrimos.

Este último año ha sido testigo de más que su cuota de sufrimiento.  Millones de personas han enfermado o han muerto a causa del COVID-19.  En todo nuestro país y en el mundo, muchos han perdido sus trabajos.  Los niños no van a la escuela.  La gente está amenazada por el hambre y la falta de vivienda.  Muchas de las cosas que hemos disfrutado y que han hecho que nuestras vidas tengan más sentido se han visto limitadas o eliminadas por motivos de salud.

Nuestras respuestas personales y públicas a la pandemia han incluido la depresión, el fatalismo, la aceptación, la irritación, la frustración y la rabia. Todos queremos que esto termine.  Como el pueblo de Israel, estamos "agotados del viaje".

Es tentador tragarse la píldora de la ingratitud.  Podemos saborear la dulzura momentánea que a veces nos produce el desahogo de nuestra tristeza y rabia, pero como aprendemos de la experiencia del pueblo de Israel esa dulzura se volverá amarga, nos agriará el estómago y nos morderá al final.

Es en estos momentos, especialmente en estos momentos, cuando necesitamos levantar la vista y ver al Hijo del Hombre que ha sido levantado para nuestra salvación.  Cuando reflexionamos sobre el insustituible e increíble don de la gracia que ya hemos recibido, nuestros ojos pueden ver con más claridad la evidencia de la bondad y la gracia de Dios a nuestro alrededor.  Como recordó Jesús a sus discípulos durante la Última Cena: "En el mundo tendréis problemas, pero tened valor, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).