Migration | Migración

St. Augustine Zhao Rong and Companions
Genesis 46:1-7, 28-30; Matthew 10:16-23

Migration is a central part of the story of human civilization. Anthropology tells us that our common ancestors originated in Africa, yet today we find people on every continent. We often refer to the United States as a nation of immigrants, but we also must remember that there were people who migrated here thousands of years before the first Europeans, and others were brought here and enslaved. Not everyone migrates on the same terms.

As common as migration is, it is still exceptional. If their basic needs are satisfied, most people would prefer not to move. Migration is a disruptive experience and often filled with uncertainty.

Famine forced Jacob and his entire household to migrate to Egypt. While they were initially welcomed because of Joseph’s influence, and while they became a great nation according to God’s promise, they were eventually enslaved for 400 years. Jesus warned his disciples that they must be ready to move, not only because of the nature of their mission but also because they would be rejected and betrayed, even by members of their families.

Capuchin Franciscans embrace itinerancy, a form of periodic migration, as part of our lives. It is an expression of our poverty, enabled by our celibate chastity, and catalyzed by obedience. But it’s not always easy. Since I entered the Capuchin fraternity as a postulant 35 years ago, I have moved a dozen times!

We are part of a pilgrim church. Life itself is a form of migration through infancy, childhood, adolescence, young adulthood, adulthood, middle age, old age, and our final passage, death. Whether or not we are aware of it, we are moving. The good news, the saving grace, is that wherever we are, God is there, too. - jc

------------------------------------------------------------------------------------------------

San Agustín Zhao Rong y compañeros
Génesis 46:1-7, 28-30; Mateo 10:16-23

La migración es una parte central de la historia de la civilización humana. La antropología nos dice que nuestros ancestros comunes se originaron en África, pero hoy encontramos gente en todos los continentes. A menudo nos referimos a los Estados Unidos como una nación de inmigrantes, pero también debemos recordar que hubo personas que emigraron aquí miles de años antes que los primeros europeos, y otras fueron traídas y esclavizadas. No todos emigran en las mismas condiciones.

Por muy común que sea la migración, sigue siendo excepcional. Si sus necesidades básicas están satisfechas, la mayoría de la gente prefiere no desplazarse. La migración es una experiencia perturbadora y a menudo llena de incertidumbre.

El hambre obligó a Jacob y a toda su familia a emigrar a Egipto. Aunque al principio fueron bien recibidos por la influencia de José, y aunque se convirtieron en una gran nación según la promesa de Dios, finalmente fueron esclavizados durante 400 años. Jesús advirtió a sus discípulos que debían estar preparados para moverse, no sólo por la naturaleza de su misión, sino también porque serían rechazados y traicionados, incluso por miembros de sus familias.

Los franciscanos capuchinos abrazamos la itinerancia, una forma de migración periódica, como parte de nuestra vida. Es una expresión de nuestra pobreza, posibilitada por nuestra castidad célibe, y catalizada por la obediencia. Pero no siempre es fácil. Desde que entré en la fraternidad capuchina como postulante hace 35 años, ¡me he mudado una docena de veces!

Formamos parte de una iglesia peregrina. La vida misma es una forma de migración a través de la infancia, la niñez, la adolescencia, la juventud, la edad adulta, la mediana edad, la vejez y nuestro paso final, la muerte. Seamos o no conscientes de ello, nos movemos. La buena noticia, la gracia salvadora, es que dondequiera que estemos, Dios también está allí. - jc