Motherhood and Fatherhood | Maternidad y Paternidad

St. Patrick
Isaiah 49:8-15; John 5:17-30

The motherhood and fatherhood of God we hear described in today’s readings are great gifts to us.  God’s compassion and tenderness match and surpass anything a woman can give to her children. The senses of identity, mission, and empowerment that God the Father shares with Jesus surpass anything a man can offer to his sons and daughters. 

Our relationships with our earthly parents can be complex.  They can range from profound closeness and devotion to deep alienation.  We are all complex and imperfect.  Our relationships with our parents also evolve over time, as we move through childhood, adolescence, early and later adulthood, and finally into middle age and become elders.  

We often fail to appreciate the joys and challenges of fatherhood and motherhood until we are adults and find ourselves in those roles.  In a development that our adolescent selves would find horrific, we can even find ourselves doing and saying to children the things we once thought were stupid or out of touch!  

My dad died several years ago, and my mom is still with us. When I was a teen and young adult in the process of maturing and developing my own identity, I could easily be critical of them.  Now in middle age, I realize far clearly all the good things that they passed on to me.  If that realization is true for my earthly parents, it is even truer for God. 

Thank you, God, for being such a good father and mother to me. jc

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San Patricio
Isaías 49,8-15; Juan 5,17-30

La maternidad y la paternidad de Dios que oímos describir en las lecturas de hoy son grandes regalos para nosotros.  La compasión y la ternura de Dios igualan y superan todo lo que una mujer puede dar a sus hijos. El sentido de la identidad, la misión y el poder que Dios Padre comparte con Jesús supera todo lo que un hombre puede ofrecer a sus hijos e hijas.

Nuestras relaciones con nuestros padres terrenales pueden ser complejas.  Pueden ir desde una profunda cercanía y devoción hasta una profunda alienación.  Todos somos complejos e imperfectos.  Las relaciones con nuestros padres también evolucionan con el tiempo, a medida que pasamos por la infancia, la adolescencia, la edad adulta temprana y la posterior, y finalmente llegamos a la mediana edad y nos convertimos en ancianos.

A menudo no apreciamos las alegrías y los retos de la paternidad y la maternidad hasta que somos adultos y nos encontramos en esos roles.  En una evolución que a nuestros adolescentes les parecería horrible, podemos incluso encontrarnos haciendo y diciendo a los niños las cosas que antes nos parecían estúpidas o fuera de lugar.

Mi padre murió hace varios años, y mi madre sigue con nosotros. Cuando era un adolescente y un joven adulto en proceso de maduración y desarrollo de mi propia identidad, podía ser fácilmente crítico con ellos.  Ahora, en la madurez, me doy cuenta claramente de todas las cosas buenas que me han transmitido.  Si esa comprensión es cierta para mis padres terrenales, es aún más cierta para Dios.

Gracias, Dios, por ser un padre y una madre tan buenos para mí. jc