Needed: A Thoughtful Reckoning | Necesitamos un Examen Minucioso

Amos 5:14-15, 21-24; Matthew 8:28-34

They’re coming down: the flags and other symbols of the Confederacy; the statues of generals, statesmen, presidents, explorers…and now saints. Here in California, activists have torn down or forced the removal of statues commemorating the life and work of St. Junípero Serra, who established the system of missions that lines the Pacific coast and has given us the names of many well-known cities.

Some today condemn Serra as a colonizer who cruelly oppressed indigenous people and converted them to Catholicism by force. Others laud his resistance to colonialism, tireless evangelization, and defense of the human dignity and fundamental rights of those same people. The complete truth is probably somewhere in between. Even the greatest saints were also complex human beings and thus sinners. 

The prophet Amos proclaimed God’s justice and condemnation of sin. Jesus overcame devils and evil to bring healing to those who suffered. All of us face times of reckoning, in this life as well as in the next.  

But an authentic and life-changing reckoning is not just a controversial or provocative act.  It demands something more of us: honest and sober reflection on all the dimensions of one’s life; thoughtful conversations and sometimes spirited debate; a decision (hopefully by consensus); and finally, nonviolent and corrective action.  

This past weekend, legislators in Mississippi—Republican and Democrat—voted overwhelmingly to retire their state flag, which included the Confederate emblem.  

Yesterday, the Republican Governor of the state signed the bill authorizing the retirement and the establishment of a commission to create an alternative.   

It was the end of a long and painful process. It required listening as well as advocacy. It was a decision that was made and not imposed. It was the right decision. That’s the difference between a thoughtful reckoning and mob rule. 

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Amós 5:14-15, 21-24; Mateo 8:28-34

Están bajando: las banderas y otros símbolos de la Confederación; las estatuas de generales, estadistas, presidentes, exploradores... y ahora los santos. Aquí, en California, los activistas han derribado o han obligado a retirar las estatuas que conmemoran la vida y la obra de San Junípero Serra, que estableció el sistema de misiones que bordea la costa del Pacífico y nos ha dado los nombres de muchas ciudades conocidas.

Algunos hoy en día condenan a Serra como un colonizador que oprimió cruelmente a los indígenas y los convirtió al catolicismo por la fuerza. Otros elogian su resistencia al colonialismo, la incansable evangelización y la defensa de la dignidad humana y los derechos fundamentales de esas mismas personas. La verdad completa está probablemente en algún punto intermedio. Incluso los más grandes santos fueron también seres humanos complejos y por lo tanto pecadores.  

El profeta Amós proclamó la justicia de Dios y la condena del pecado. Jesús venció a los demonios y al mal para traer la curación a los que sufrían. Todos nos enfrentamos a tiempos de juicio, tanto en esta vida como en la siguiente. 

Pero un auténtico cálculo de vida no es sólo un acto controversial o provocativo. Exige algo más de nosotros: una reflexión honesta y sobria sobre todas las dimensiones de la vida de uno; conversaciones reflexivas y a veces un debate animado; una decisión (esperemos que por consenso); y finalmente, una acción no violenta y correctiva.  

El pasado fin de semana, los legisladores de Misisipí - republicanos y demócratas- votaron abrumadoramente para retirar la bandera de su estado, que incluía el emblema de la Confederación. Ayer, el gobernador republicano del estado firmó el proyecto de ley que autoriza el retiro y el establecimiento de una comisión para crear una alternativa.   

Fue el final de un largo y doloroso proceso. Se requería escuchar así como defenderse.  Fue una decisión que se tomó y no se impuso. Fue la decisión correcta. Esa es la diferencia entre un cálculo reflexivo y el gobierno de la horda. 

- Capuchin Friar John Celichowski