Pride and Humility | Orgullo y Humildad

St. Henry, Father, Husband, and King
Ss. John Wall and John Jones, Religious, Priests, and Martyrs
Isaiah 10:5-7, 13b-16; Matthew 11:25-27

It is a timeless challenge: overcoming unhealthy pride and embracing humility. Do we seek dominance, control, and self-promotion, or will we follow the way of obedience, service, and self-sacrifice?

The king of Assyria chose the former. He was arrogant, grasping, and ruthless, ignoring or disparaging the One whom we all must serve and to whom we must all one day render an account. St. Henry, by contrast, was generous to the poor as well as the church, wielding with prudence his substantial power over ecclesial as well as secular affairs.

The anawim or little ones Jesus calls blessed in today’s gospel are the people who are marginalized, forgotten, neglected, and exploited. It is they, he insists, to whom God has revealed the things of lasting value. John Wall and John Jones, Franciscan friars who lived in England during years of terrible persecution of Catholics who insisted on practicing their faith, made themselves small. They performed their ministry as priests in secret when it was the only way to celebrate the sacraments, and they were imprisoned, tortured, and executed for their fidelity.

The saints, especially the martyrs, remind us of two paradoxes: (1) What the world often values and rewards doesn’t matter to God; and (2) Greatness is rooted in the smallness that accompanies the virtue of humility. - jc

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San Enrique, Padre, Esposo y Rey
Ss. John Wall y John Jones, religiosos, sacerdotes y mártires
Isaías 10:5-7, 13b-16; Mateo 11:25-27

Es un reto eterno: superar el orgullo malsano y abrazar la humildad. ¿Buscamos el dominio, el control y la autopromoción, o seguimos el camino de la obediencia, el servicio y la abnegación?

El rey de Asiria eligió lo primero. Fue arrogante, codicioso y despiadado, ignorando o despreciando a Aquel a quien todos debemos servir y a quien todos debemos rendir cuentas algún día. San Enrique, por el contrario, fue generoso tanto con los pobres como con la Iglesia, ejerciendo con prudencia su importante poder sobre los asuntos eclesiales y seculares.

Los anawim o pequeños a los que Jesús llama bienaventurados en el evangelio de hoy son las personas marginadas, olvidadas, abandonadas y explotadas. Es a ellos, insiste, a quienes Dios ha revelado las cosas de valor duradero. John Wall y John Jones, frailes franciscanos que vivieron en Inglaterra durante años de terrible persecución de los católicos que insistían en practicar su fe, se hicieron pequeños. Desempeñaron su ministerio como sacerdotes en secreto cuando era la única forma de celebrar los sacramentos, y fueron encarcelados, torturados y ejecutados por su fidelidad.

Los santos, especialmente los mártires, nos recuerdan dos paradojas: (1) Lo que el mundo suele valorar y premiar no le importa a Dios; y (2) La grandeza tiene sus raíces en la pequeñez que acompaña a la virtud de la humildad. - jc