Sent Forth | Enviado
Wednesday of the 14th Week in Ordinary Time
Genesis 41:55-57, 42:5-7a, 17-24a; Matthew 10:1-7
Last Wednesday (July 5), our readings invited us to reflect on being marginalized and sent away. Today’s readings ask us to consider the experience of being sent forth for a saving purpose.
Our first reading recalls the great famine that gripped Egypt during the time of Joseph, the second-youngest of Jacob’s sons. Years earlier, he had been sold to human traffickers by his jealous brothers. While they covered up their misdeed with a lie to their father, Joseph became a servant to Pharaoh.
Through the grace of God and his own intelligence and wisdom, Joseph rose through the ranks and was appointed by Pharaoh to be in charge of Egypt’s food system. Foreseeing a time of famine, he developed a plan to store surplus grain to feed his people and sell to others in need. When his brothers were sent by their father to get food, Joseph received them, gave them food, and sent them on a mission to ensure their good will and return. Eventually, he revealed himself to them and he was joyfully reunited with them and their father.
In today’s gospel passage, Jesus summons the twelve apostles and sends them out to expand the reach of his mission. He gives them “authority over unclean spirits to drive them out and to cure every disease and every illness.” In addition, he commands them to echo his proclamation: “The Kingdom of heaven is at hand.” Yet he limits the scope of their mission to “the lost sheep of the house of Israel.” (This emphasis in unique to Matthew, who was writing primarily to a Jewish Christian community.)
When we were baptized, we began a process of initiation and preparation to one day be sent forth. We are nourished with the Bread of Life, and we are also sent to proclaim the gospel and to witness to the healing and transforming power of the Lord. We don’t have to travel to another country, and we don’t need any special titles. We only need to be ourselves, to heed God’s call, and to trust in the power of the Holy Spirit that Jesus promised to give to all who follow him. jc
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Miércoles de la 14ª semana del tiempo ordinario
Génesis 41,55-57; 42,5-7a; 17-24a; Mateo 10,1-7
El miércoles pasado (5 de julio), las lecturas nos invitaron a reflexionar sobre la marginación y la expulsión. Las lecturas de hoy nos invitan a considerar la experiencia de ser enviados con un propósito salvífico.
Nuestra primera lectura recuerda la gran hambruna que asoló Egipto en tiempos de José, el segundo más joven de los hijos de Jacob. Años antes, sus celosos hermanos lo habían vendido a traficantes de personas. Mientras ellos encubrían su fechoría mintiendo a su padre, José se convirtió en siervo del faraón.
Gracias a la gracia de Dios y a su propia inteligencia y sabiduría, José ascendió en el escalafón y fue nombrado por el faraón responsable del sistema alimentario de Egipto. Previendo una época de hambruna, desarrolló un plan para almacenar los excedentes de grano para alimentar a su pueblo y vender a otros necesitados. Cuando sus hermanos fueron enviados por su padre a buscar comida, José los recibió, les dio de comer y los envió en misión para asegurarse de su buena voluntad y su regreso. Finalmente, se reveló a ellos y se reunió con alegría con ellos y con su padre.
En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús convoca a los doce apóstoles y los envía a ampliar el alcance de su misión. Les da "autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar toda enfermedad y toda dolencia". Además, les ordena que se hagan eco de su proclamación: "El Reino de los cielos está cerca". Sin embargo, limita el alcance de su misión a "las ovejas perdidas de la casa de Israel". (Este énfasis es exclusivo de Mateo, que escribía principalmente a una comunidad cristiana judía).
Cuando nos bautizamos, iniciamos un proceso de iniciación y preparación para ser enviados un día. Somos alimentados con el Pan de Vida, y también somos enviados a proclamar el Evangelio y a dar testimonio del poder sanador y transformador del Señor. No tenemos que viajar a otro país, ni necesitamos ningún título especial. Sólo necesitamos ser nosotros mismos, atender la llamada de Dios y confiar en el poder del Espíritu Santo que Jesús prometió dar a todos los que le siguen. - jc
*Translation assistance provided by www.DeepL.com®
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