The company you keep | La compañía que mantienes

Hebrews 4:12-16; Mark 2:13-17

Years ago, a well-known life insurance company had a slogan: “The Company You Keep.”  That slogan was effective because it appealed to two of our basic needs: security and social acceptability.

In calling a tax collector like Levi to be his disciple and then having table fellowship with him and others considered sinners, Jesus seemed to be scandalously oblivious to the company he kept.  But he was aware of his mission, and he knew exactly what he was doing. “Those who are well do not need a physician,” he explained, “but the sick do.  I did not come to call the righteous but sinners.”

Sometimes we can get frustrated or overwhelmed by our sinfulness.  We take one step forward and two steps back.  We keep thinking, saying, and doing the same old things despite our resolutions to change. The author of Hebrews reminds us that part of Jesus’ effectiveness as our divine physician is that he shared completely in our humanity.  He has compassion for us because he has been where we are.

But he who did not sin will not leave us in our sins.  He sometimes gives us strong medicine or painful surgery to transform and heal us.  The word of God comforts us, but it also convicts us, cutting like a two-edged sword that penetrates “even between soul and spirit, joints and marrow.” It is “able to discern reflections and thoughts of the heart.”

Jesus wants us to get better.  Will we help him? –jc

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

16 de enero de 2021

Sábado de la primera semana en tiempo ordinario

Hebreos 4:12-16; Marcos 2:13-17

Hace años, una conocida compañía de seguros de vida tenía un eslogan: "La compañía que mantienes".  Ese eslogan fue efectivo porque apelaba a dos de nuestras necesidades básicas: seguridad y aceptación social.

Al llamar a un recaudador de impuestos como Leví para que fuera su discípulo y luego tener comunión en la mesa con él y con otros considerados pecadores, Jesús parecía ser escandalosamente ajeno a la compañía que mantenía.  Pero era consciente de su misión, y sabía exactamente lo que estaba haciendo. "Los que están bien no necesitan un médico", explicó, "pero los enfermos sí".  No vine a llamar a los justos sino a los pecadores".

A veces podemos frustrarnos o sentirnos abrumados por nuestra pecaminosidad.  Damos un paso adelante y dos atrás.  Seguimos pensando, diciendo y haciendo las mismas cosas de siempre a pesar de nuestras resoluciones de cambio. El autor de Hebreos nos recuerda que parte de la eficacia de Jesús como nuestro médico divino es que compartió completamente nuestra humanidad.  Tiene compasión por nosotros porque ha estado donde estamos.

Pero el que no pecó no nos dejará en nuestros pecados.  A veces nos da una fuerte medicina o una dolorosa cirugía para transformarnos y curarnos.  La palabra de Dios nos consuela, pero también nos convence, cortando como una espada de dos filos que penetra "incluso entre el alma y el espíritu, las articulaciones y los tuétanos". Es "capaz de discernir los reflejos y pensamientos del corazón".

Jesús quiere que mejoremos.  ¿Le ayudaremos? -jc