The Gift of God’s Word | El Don de la Palabra de Dios

St. Jerome
Nehemiah 8:1-4a, 5-6, 7b-12; Luke 10:1-12

There is a fortuitous congruence between today’s readings and the life of the saint we remember. St. Jerome is best-known for his monumental work of translating the Bible from its original languages (Hebrew and Greek) into Latin or the Vulgate. It was the language of a fading empire, but it was also the language of the Western Church the common language of the people.

Jerome had what some would call a difficult personality, but he was absolutely dedicated to the word of God. To him, it was essential for the Christian to know the Bible. “Ignorance of the scriptures,” he maintained, “is ignorance of Christ.” Like Ezra and Nehemiah in our first reading, he wanted to make sure that as many people as possible heard, understood, and could be transformed by the word. Through his commentaries on the scriptures, he interpreted for generations what various books and passages meant so that people could understand them more clearly.

Carrying the gift of God’s word, we are sent like the 72 disciples in our gospel reading to proclaim the kingdom and prepare the way for people to have encounters with the Lord.  Like them, we are to do so with a certain urgency, simplicity, and confidence. What we have to share has a power that has changed billions of lives over centuries. It will continue to do so as long as there are workers in the vineyard. - jc

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San Jerónimo
Nehemías 8,1-4a, 5-6, 7b-12; Lucas 10,1-12

Hay una congruencia fortuita entre las lecturas de hoy y la vida del santo que recordamos. San Jerónimo es más conocido por su monumental trabajo de traducción de la Biblia de sus lenguas originales (hebreo y griego) al latín o la Vulgata. Era la lengua de un imperio en decadencia, pero también era la lengua de la Iglesia occidental, la lengua común del pueblo.

Jerónimo tenía lo que algunos llamarían una personalidad difícil, pero estaba absolutamente dedicado a la palabra de Dios. Para él, era esencial que el cristiano conociera la Biblia. "La ignorancia de las Escrituras", sostenía, "es la ignorancia de Cristo". Al igual que Esdras y Nehemías en nuestra primera lectura, quería asegurarse de que el mayor número posible de personas escuchara, entendiera y pudiera ser transformado por la palabra. A través de sus comentarios a las Escrituras, interpretó para las generaciones lo que significaban los distintos libros y pasajes para que la gente pudiera entenderlos más claramente.

Llevando el don de la palabra de Dios, somos enviados, como los 72 discípulos de nuestra lectura del Evangelio, a proclamar el Reino y a preparar el camino para que la gente tenga encuentros con el Señor. Como ellos, debemos hacerlo con cierta urgencia, sencillez y confianza. Lo que tenemos que compartir tiene un poder que ha cambiado miles de millones de vidas durante siglos. Seguirá haciéndolo mientras haya trabajadores en la viña. - jc