We Can Work It Out | Podemos Resolverlo

St. Charles Borromeo

Philippians 2:12-18; Luke 14:25-33

In today’s first reading, St. Paul urges the community of believers at Philippi: “work out your salvation in fear and trembling,” and adds, “For God is the one who, for his own good purpose, works in you both to desire and to work.”

Our salvation is a gift, a grace we receive from God’s work. Like a piece of good exercise equipment that we receive as a gift, it won’t do us much good unless we use it. Further, it isn’t easy. Jesus reminds us in our gospel reading that putting him first and working out our salvation are costly.  

When St. Charles Borromeo was appointed Archbishop of Milan in the 16th century, he faced the huge challenge of implementing the reforms of the Council of Trent. It was a graced moment, and he didn’t want to waste it. He established seminaries, held councils in his ecclesiastical province as well as 11 diocesan synods (!), and invested a lot of time and effort teaching.  

The Church, Vatican II and our Catechism (671, 769, 827) remind us, is always in need of reform. Working out our salvation is an ongoing task. As we listen and respond to the Lord’s call for our personal conversion, we trust that God will continue to work in us, individually and together, “for his own good purpose.”

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San Carlos Borromeo

Filipenses 2:12-18; Lucas 14:25-33

En la primera lectura de hoy, San Pablo insta a la comunidad de creyentes de Filipos: "trabajen en su salvación con temor y temblor", y añade, "Porque Dios es el que, por su propio bien, trabaja en ustedes tanto para desear como para trabajar".

Nuestra salvación es un regalo, una gracia que recibimos del trabajo de Dios. Como una pieza de buen equipo de ejercicio que recibimos como regalo, no nos servirá de mucho a menos que la usemos. Además, no es fácil. Jesús nos recuerda en nuestra lectura del evangelio que ponerlo a él primero y trabajar en nuestra salvación es costoso.  

Cuando San Carlos Borromeo fue nombrado arzobispo de Milán en el siglo XVI, se enfrentó al enorme reto de implementar las reformas del Concilio de Trento.  Fue un momento de gracia, y no quiso desperdiciarlo. Estableció seminarios, celebró consejos en su provincia eclesiástica así como 11 sínodos diocesanos (!), e invirtió mucho tiempo y esfuerzo en la enseñanza.  

La Iglesia, el Vaticano II y nuestro Catecismo (671, 769, 827) nos recuerdan que siempre necesita una reforma. La elaboración de nuestra salvación es una tarea continua.  

Mientras escuchamos y respondemos al llamado del Señor para nuestra conversión personal, confiamos en que Dios continuará trabajando en nosotros, individualmente y juntos, "para su propio buen propósito". 

 - Capuchin Friar John Celichowski, OFM Cap.