Palm Sunday of the Lord’s Passion

March 28, 2021
Isaiah 50:4-7; Philippians 2:6-11; Mark 14:1-15:47

We hear a lot today about “finding your passion.” From Oprah to Dave Ramsey, from athletes to entertainers, all kinds of people are willing to offer advice to those who are looking for a way to kickstart their lives or careers. And many of us are willing to pay a lot of money on seminars, videos, books, etc. to discover something that will give new meaning to our lives.

Today we remember someone who never had to find his passion. Instead, his Passion found him, and he was able to embrace not because it was fun or easy but because it was the fulfillment of his purpose. Isaiah and St. Paul describe a process quite different than that promoted by many of today’s self-improvement and self-fulfillment gurus. The secret, Jesus shows us, is not obedience to ourselves and our desires but rather obedience to God.

It’s no coincidence that the word obedience is derived from the Latin ob + audire, literally, “to listen to.” Isaiah describes God opening the ears of his servant each morning, just as God has blessed him with “a well-trained tongue” to rouse those who are weary with words of hope. The servant, in turn, refuses to rebel or turn back and instead opens his back, face and beard to beatings and abuse. With trust in God and faithfulness to his mission, the servant has set his face “like flint,” and is willing to endure whatever comes.

In our second reading, St. Paul describes Jesus as a servant of his Father from the moment of his incarnation. While he was “in the form of God,” he eschewed equality with God but instead “emptied himself” and accepted the form of a slave and human being. Fully God and fully human, he humbled himself and became so radically obedient that he accepted death on a cross.

Our Passion Narrative from the Gospel of Mark repeatedly reveals Jesus’ humility and obedience:

Allowing himself to be anointed in anticipation of his burial.
Suffering the humiliation of betrayal by one of the Twelve.
Revealing in the bread and wine of Passover the sacrifice of his own body and blood.
Praying to his Father that his cup of suffering might pass from him but submitting himself to the Father’s will.
Accepting arrest, trial, torture, condemnation, execution, and death.

The disciplines we embrace every Lent—fasting and abstinence, prayer and reflection, almsgiving and other works of justice and mercy—are all meant to help us become more obedient to who God wants us to be and what God wants us to do. Hopefully, our passion has found us, filled us, and driven us to become more like Jesus, the embodiment of God’s passion for us. +

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

28 de Marzo de 2021
Isaías 50,4-7; Filipenses 2,6-11; Marcos 14,1-15,47

Hoy oímos hablar mucho de "encontrar tu pasión". Desde Oprah hasta Dave Ramsey, desde los atletas hasta los artistas, todo tipo de personas están dispuestas a ofrecer consejos a quienes buscan una manera de impulsar sus vidas o carreras. Y muchos de nosotros estamos dispuestos a pagar mucho dinero en seminarios, vídeos, libros, etc. para descubrir algo que dé un nuevo sentido a nuestras vidas.

Hoy recordamos a alguien que nunca tuvo que encontrar su pasión. En cambio, su pasión le encontró a él, y fue capaz de abrazarla no porque fuera divertida o fácil, sino porque era el cumplimiento de su propósito. Isaías y San Pablo describen un proceso muy diferente al que promueven muchos de los gurús actuales de la superación y la realización personal. El secreto, nos muestra Jesús, no es la obediencia a nosotros mismos y a nuestros deseos, sino la obediencia a Dios.

No es una casualidad que la palabra obediencia derive del latín ob + audire, literalmente, "escuchar". Isaías describe a Dios abriendo los oídos de su siervo cada mañana, al igual que lo ha bendecido con "una lengua bien entrenada" para despertar a los cansados con palabras de esperanza. El siervo, a su vez, se niega a rebelarse o a retroceder y, en cambio, abre su espalda, su cara y su barba a los golpes y los abusos. Con la confianza en Dios y la fidelidad a su misión, el siervo ha puesto su rostro "como el pedernal", y está dispuesto a soportar lo que venga.

En nuestra segunda lectura, San Pablo describe a Jesús como siervo de su Padre desde el momento de su encarnación. Aunque era "en forma de Dios", renunció a la igualdad con Dios, sino que se "despojó de sí mismo" y aceptó la forma de esclavo y de ser humano. Totalmente Dios y totalmente humano, se humilló y se hizo tan radicalmente obediente que aceptó la muerte en una cruz.

Nuestra narración de la Pasión del Evangelio de Marcos revela repetidamente la humildad y la obediencia de Jesús:

Permitir que lo unjan en previsión de su entierro.
Sufriendo la humillación de la traición de uno de los Doce.
Revelando en el pan y el vino de la Pascua el sacrificio de su propio cuerpo y sangre.
Rezar a su Padre para que se le pase el cáliz del sufrimiento, pero sometiéndose a la voluntad del Padre.
Aceptando el arresto, el juicio, la tortura, la condena, la ejecución y la muerte.

Las disciplinas que abrazamos en cada Cuaresma—ayuno y abstinencia, oración y reflexión, limosna y otras obras de justicia y misericordia—tienen como objetivo ayudarnos a ser más obedientes a lo que Dios quiere que seamos y a lo que Dios quiere que hagamos. Esperamos que nuestra pasión nos encuentre, nos llene y nos impulse a parecernos más a Jesús, la encarnación de la pasión de Dios por nosotros. +