Presentation of the Lord

Malachi 3:1-4; Hebrews 2:14-18; Luke 2:22-40

This past week, the world mourned the passing of Kobe Bryant. He died last Sunday with his daughter and seven others, in a helicopter crash near Los Angeles. He was one of the greatest basketball players of his generation, with five NBA championships, two Olympic gold medals, and a host of other awards and records to his credit.

But Kobe Bryant was more than a basketball player. He was a man of the world and spoke three languages (English, Italian and Spanish) fluently. He was a husband, father and a savvy businessman.

He was also a Catholic…and a sinner. In fact, a grave infidelity and abuse of power nearly cost him his marriage, his family and his career. But a conversation with a priest helped him to turn his life around and begin a journey of conversion that continued up to the time of his death. 

Our readings today remind us of the centrality of purification and change in our lives as believers. Through the prophet Malachi, God promises to send a messenger who will purify God’s people, especially the priests, so that they can again offer their sacrifices with integrity.

The author of the Letter to the Hebrews recalls that through the mystery of the Incarnation and his commitment to doing his Father’s will, Jesus became both our high priest and the lamb of sacrifice to save us. In our gospel reading Jesus’ parents, devout Jews, bring him to the Temple in accord with the Law of Moses for their own purification and for his consecration to the Lord.

Throughout our lives, we are purified and refined in many ways. Very often, those changes come through our mistakes and failures, in times of challenge or adversity.

One of those times is upon us. This Wednesday evening at St. Gall Church, we will receive Cardinal Cupich’s decisions about our parish and the others in our area who have been part of the Renew My Church process. Although we will all know more on Wednesday, I can tell you a few things for certain:

• Things will change.
• While the Capuchin community will remain here at St. Clare, our roles as friars and priests will change.
• Some parishes will be united or merged.
• We will all need to adjust to our new reality.
• The changes will be gradual but also steady. They will involve and impact all of us.
• I am most certain of this: If we are open and willing, God will be with us and the Holy Spirit will guide us to build a stronger church.

When Simeon spoke to Mary at the time of the Presentation, he said:

          Behold, this child is destined for the fall and rise of many in Israel,

          and a sign that will be contradicted

          —and you yourself a sword will pierce—

          so that the thoughts of many hearts may be revealed (Lk 2:34-35).

As we prepare for this week and the weeks to come, we pray that we will rise with Jesus. We pray that, like Jesus, we will continue to grow and become strong, filled with wisdom.

May the favor of God be upon us. +

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Homilía del 2 de febrero de 2020

(Fiesta de la Presentación del Señor)

Malaquías 3: 1-4; Hebreos 2: 14-18; Lucas 2: 22-40

La semana pasada, el mundo lloró el fallecimiento de Kobe Bryant. Murió el domingo pasado con su hija y otras siete personas, en un accidente de helicóptero cerca de Los Ángeles. Fue uno de los mejores jugadores de baloncesto de su generación, con cinco campeonatos de la NBA, dos medallas de oro olímpicas y muchos otros premios y récords en su haber.

Pero Kobe Bryant era más que un jugador de baloncesto. Era un hombre de mundo y hablaba tres idiomas (inglés, italiano y español) con fluidez. Era un esposo, padre y hombre de negocios inteligente.

También era católico ... y pecador. De hecho, una grave infidelidad y abuso de poder casi le costó su matrimonio, su familia y su carrera. Pero una conversación con un sacerdote lo ayudó a cambiar su vida y comenzar un viaje de conversión que continuó hasta el momento de su muerte.

Nuestras lecturas de hoy nos recuerdan la centralidad de la purificación y el cambio en nuestras vidas como creyentes. A través del profeta Malaquías, Dios promete enviar un mensajero que purificará al pueblo de Dios, especialmente a los sacerdotes, para que puedan ofrecer nuevamente sus sacrificios con integridad.

El autor de la Carta a los Hebreos recuerda que a través del misterio de la Encarnación y su compromiso de hacer la voluntad de su Padre, Jesús se convirtió en nuestro sumo sacerdote y en el cordero del sacrificio para salvarnos. En nuestra lectura del evangelio, los padres de Jesús, judíos devotos, lo llevan al Templo de acuerdo con la Ley de Moisés para su propia purificación y para su consagración al Señor.

A lo largo de nuestras vidas, somos purificados y refinados de muchas maneras. Muy a menudo, esos cambios se producen a través de nuestros errores y fracasos, en tiempos de desafío o adversidad.

Uno de esos momentos está sobre nosotros. Este miércoles por la noche en la iglesia de San Gall, recibiremos las decisiones del cardenal Cupich sobre nuestra parroquia y los demás en nuestra área que han sido parte del proceso Renovar mi iglesia. Aunque todos sabremos más el miércoles, puedo decir algunas cosas con certeza:

 

• Las cosas cambiarán.
• Mientras la comunidad capuchina permanecerá aquí en St. Clare, nuestros roles como frailes y sacerdotes cambiarán.
• Algunas parroquias estarán unidas o fusionadas.
• Todos tendremos que adaptarnos a nuestra nueva realidad.
• Los cambios serán paulatinos, pero también constantes. Nos involucrarán e impactarán a todos.
• Estoy muy seguro de esto: si estamos abiertos y dispuestos, Dios estará con nosotros y el Espíritu Santo nos guiará para construir una iglesia más fuerte.

Cuando Simeón habló con María en el momento de la Presentación, dijo:

          “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como
          signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los
          pensamientos de todos los corazones. Y a tí, una espada te atravesará el alma”

          (Lucas 2: 34-35).

Mientras nos preparamos para esta semana y las próximas, oramos para que resucitemos con Jesús. Oramos para que, como Jesús, continuemos creciendo y volviéndonos fuertes, llenos de sabiduría.

Que el favor de Dios esté sobre nosotros. +