Third Sunday in Lent | Tercer domingo de Cuaresma

Exodus 20:1-17; Psalm 19 (vv.); 1 Corinthians 1:22-25; John 2:13-25

Billboards and other roadside signs can tell us a lot about our interests and values. After driving around Detroit for the past nine months, I’ve come to believe that what advertisers think is most important to people are cannabis, personal injury lawyers, casinos, and (perhaps not coincidentally) doctors and hospitals.

Our scripture readings this Sunday invite us to consider another set of signs. They challenge us to ask ourselves: “What’s really important to me? What are my hopes and desires?”

Our first reading presents us with the Decalogue or the Ten Commandments. Like the rest of the Torah, these laws were given to the people of Israel as a concrete expression of God’s will.  They helped form the foundation of our Judeo-Christian ethical traditions. They also reflect the social and cultural biases of the time (e.g., that wives were property). While most of these commandments tell us what to avoid—idolatry, taking the Lord’s name in vain, killing, adultery, stealing, bearing false witness, coveting—two of them encourage us to honor the Sabbath and our parents.  They help us to live together in peace and harmony.

The stone tablets on which the laws of God were written were eventually placed in the Ark of the Covenant. Our responsorial Psalm calls them “the words of everlasting life.” It describes them as perfect, trustworthy, right, clear, pure, true, more precious than gold, and sweeter than syrup or honey.

In our second reading, St. Paul proclaims a different and challenging sign: Christ crucified.  It was a “stumbling block” to those Jews who expected a Messiah who would be a heroic military and political leader who would throw off the oppressive yoke of the Roman empire and establish God’s reign on the earth. It was also “foolishness” to Greeks and other gentiles who understood crucifixion solely as a form of capital punishment for the worst criminals and a tool to terrorize and pacify those who were deemed a threat to the social and political order.

Our gospel reading reveals a Jesus who quite literally upsets the economic and religious status quo. Entering the temple in Jerusalem overwhelmed by commercial activity at the time of Passover, Jesus drove out the merchants and moneychangers. His prophetic act was a sign of the impending reign of God. When challenged by his opponents ask him for a sign to justify his actions, Jesus challenged them: “Destroy this temple and in three days I will raise it up.” Blinded by their hostility toward him, they refused to accept the signs he offered. His disciples understood, but only in hindsight, after his resurrection.

Lent is time to more deeply reflect on the signs of God in our lives. The disciplines of fasting, prayer, and works of mercy help us to see more clearly and better understand what God wants us to do, and to have the courage to act. jc

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Éxodo 20,1-17; Salmo 19 (vv.); 1 Corintios 1,22-25; Juan 2,13-25

Los carteles y otras señales de tráfico pueden decirnos mucho sobre nuestros intereses y valores. Después de conducir por Detroit durante los últimos nueve meses, he llegado a la conclusión de que lo que los anunciantes consideran más importante para la gente es el cannabis, los abogados especializados en lesiones personales, casinos y (quizá no por casualidad) los médicos y hospitales.

Las lecturas bíblicas de este domingo nos invitan a considerar otra serie de signos. Nos desafían a preguntarnos: "¿Qué es realmente importante para mí? ¿Cuáles son mis esperanzas y deseos?".

Nuestra primera lectura nos presenta el Decálogo o los Diez Mandamientos. Como el resto de la Torá, estas leyes fueron dadas al pueblo de Israel como expresión concreta de la voluntad de Dios.  Contribuyeron a formar los cimientos de nuestras tradiciones éticas judeocristianas. También reflejan los prejuicios sociales y culturales de la época (por ejemplo, que las esposas eran propiedad). Aunque la mayoría de estos mandamientos nos dicen lo que debemos evitar -idolatría, tomar el nombre del Señor en vano, matar, adulterar, robar, dar falso testimonio, codiciar-, dos de ellos nos animan a honrar el sábado y a nuestros padres.  Nos ayudan a convivir en paz y armonía.

Las tablas de piedra en las que estaban escritas las leyes de Dios se colocaron finalmente en el Arca de la Alianza. Nuestro salmo responsorial las llama "palabras de vida eterna". Las describe como perfectas, dignas de confianza, rectas, claras, puras, verdaderas, más preciosas que el oro y más dulces que el jarabe o la miel.

En nuestra segunda lectura, San Pablo proclama un signo diferente y desafiante: Cristo crucificado.  Era una "piedra de tropiezo" para aquellos judíos que esperaban un Mesías que fuera un heroico líder militar y político que se deshiciera del yugo opresor del imperio romano e instaurara el reinado de Dios en la tierra. También era una "tontería" para los griegos y otros gentiles que entendían la crucifixión únicamente como una forma de pena capital para los peores criminales y una herramienta para aterrorizar y pacificar a los que se consideraban una amenaza para el orden social y político.

Nuestra lectura del Evangelio revela a un Jesús que literalmente trastorna el statu quo económico y religioso. Al entrar en el templo de Jerusalén, desbordado por la actividad comercial en la época de la Pascua, Jesús expulsó a los mercaderes y cambistas. Su acto profético fue un signo del inminente reino de Dios. Cuando sus oponentes le pidieron una señal para justificar sus acciones, Jesús les desafió: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré". Cegados por su hostilidad hacia él, se negaron a aceptar las señales que les ofrecía. Sus discípulos lo comprendieron, pero sólo en retrospectiva, después de su resurrección.

La Cuaresma es tiempo para reflexionar más profundamente sobre los signos de Dios en nuestras vidas. Las disciplinas del ayuno, la oración y las obras de misericordia nos ayudan a ver con más claridad y a comprender mejor lo que Dios quiere que hagamos, y a tener el valor de actuar. jc

Asistencia de traducción por DeepL.com®